Medir la composición corporal va más allá de la simple relación entre peso y estatura. Es frecuente encontrar personas delgadas con un alto porcentaje de grasa corporal. También, con un perímetro de cintura por encima de lo normal, con grasa visceral acumulada o bajo porcentaje de masa muscular.

Por esto, en el ámbito médico y nutricional, las herramientas más comunes para medir la composición corporal son la Bioimpedancia (o BIA) y la antropometría. Esta última se utiliza para obtener las dimensiones y las proporciones físicas del cuerpo humano a través de la medición de pliegues y perímetros.

Ambas técnicas ofrecen datos objetivos respaldados por la ciencia sobre la estructura y las demandas de las personas evaluadas. Ambas determinan dos elementos importantes del cuerpo: la masa grasa y la masa libre de grasa (o masa magra). La masa magra incluye huesos, piel, órganos y músculos, y el porcentaje de agua que tiene cada tejido.

Cuando se trata de cambios con la masa libre de grasa, es común pensar que se trata solo de los músculos. Esta idea errónea surge porque los cambios más notorios suelen darse justamente en la masa muscular. Sin embargo, el cuerpo humano no se limita a músculos y grasa.

La bioimpedancia usa alta tecnología para medir la composición corporal basadas en la conducción eléctrica de los tejidos. Para esto, toma como base los tejidos con mayor contenido de agua, como los músculos. No obstante, su eficacia depende de seguir al pie de la letra el protocolo de uso.

Ya que la bioimpedancia es una herramienta muy sensible y precisa, es crucial que la persona encargada de recolectar los datos tenga la formación adecuada. Esto garantiza que los resultados se analicen con conocimiento y se interpreten y utilicen de la forma apropiada. Además, es esencial contar con el equipo más apto.

Aunque hay muchos equipos en el mercado que prometen medir la composición corporal por bioimpedancia, entre ellos básculas y electrodos mano – mano, su eficacia es limitada. Esto se debe a su reducido número de puntos de contacto, que limitan evaluar de manera completa el cuerpo de una persona. Además, la falta de una guía adecuada para los usuarios sobre cómo usarlos en casa y cómo interpretar los datos obtenidos agrava la situación.